
CASI EMPATE
(Marangoni – Enviado Especial) la noche precipitada acudió a la cita. La hora debía ser a las 21:00, y mientras la paciencia se disipaba, el partido anterior parecía eterno. Pablito Pérez encabezó la invasión al campo dando señales de que 9 tipos disfrazados de futbolistas pretendían hacer uso de sus atuendos en el lugar adecuado, una cancha de fútbol ¿Otra vez desplante? Sí, para no ser menos que otras veces. Los disfrazados que ocuparon el turno anterior fueron increpados por Cappello en esa línea de cal blanca que divide el aburrimiento de la diversión. Un tal Ariel aceptó el desafío y ya sí, siendo 10, se dividieron los equipos.
De un lado los que se pusieron arriba enseguida, más por errores ajenos que por méritos propios. Eran estos: Franco (una vuelta sin sobresaltos, como era de esperarse, después de 4 semanas) Nacho, el Ariel ese, Pablito y Gastón (que ya es la segunda vez seguida que acude a los cotejos). Desde el otro arco empezaron a merodear el área rival un tal Bruno Cappello (aportando muchos goles), Seba (aportando goles, coraje y entrega), Juan Ignacio Gabaroto (interceptando pases en la defensa), Joaquín (llevando mucho la pelota, demasiado tal vez) y otro Gastón (muy bien posicionado siempre). Todos esos argumentos que están entre paréntesis hicieron que ese merodeo del que hablé al principio se cristalice en un triunfo sin atenuantes.
La diferencia de tan solo un gol fue injusta. El equipo ganador mantuvo una línea de conducta, un orden táctico inhabitual en jugadores inexpertos, pero le faltó convertir la cantidad de ocasiones que generó. Por el otro lado un equipo que se cansó, que corrió de gusto, que jugó poco colectivamente y que, ante la lesión de Nacho, se disipó su única arma para dar vuelta la historia.
Los vencedores lograron sacar una diferencia de 6 goles. Luego se relajó demasiado y erró mucho de contragolpe. Franco, por su parte, logró achicar la diferencia con 3 tantos consecutivos sobre el final del partido, pero el tiempo le jugaría una mala pasada ya que las luces comenzaron a despedirse, indicándoles a los jugadores que debían retirarse.
El partido terminó con una mínima diferencia a favor del equipo que mejor supo aprovechar los momentos, de la mano de la figura del partido: el señor Sebastián Souza.
Otro partido que termina, más lesiones, más fatigas, más demostraciones de que el fútbol amateur, absurdo, desordenado, estrepitoso, sigue respirando en la ciudad de Buenos Aires. Aunque sus detractores sean esos mismos que lo rubrican cada fin de semana.
Reporterman (ustedes no me ven, pero yo sí)